Un día de verano a las 6:30 de la mañana Miguel iba a trabajar al supermercado Lidl como dependiente. Él era un hombre de altura mediana, jovencillo, con el pelo rubio y rizado y se peinaba con un tupé. Tenía mucho sueño porque se había acostado muy tarde viendo su serie favorita. No quería encontrarse con su jefe porque este estaba descontento con su trabajo. Miguel cogió su bata, su etiquetador y se puso a trabajar. Mientras etiquetaba los productos se encontró con Pepe, un señor calvo bien trajeado, cliente habitual del Lidl. El dependiente no le dijo nada porque no lo vio. Pepe se fue a ver cuánto costaban los vinos porque venía su familia a comer a casa. Mientras él miraba los vinos, Miguel seguía poniendo etiquetas, de repente pasó por allí una joven muy sexy y llamativa. El dependiente se quedó embobado, parecía que se le iban a salir los ojos de las órbitas y, sin darse cuenta, le pegó un etiqueta al cliente en la espalda.
Miguel estaba cambiando el rollo de etiquetas porque se le habían agotado mientras el señor veía la lista de la compra que el había traído , el todavía seguía con la etiqueta que el empleado le había pegado sin querer.
El calvo fue a la sección de congelados , se paró a ver unos palitos de merluza. Mientras pasaba por su lado Margarita, una vecina de Miguel. Era una mujer gordota, de altura mediana, un poco hortera, con gafas y un sombrero que no pegaba nada con el vestido que llevaba. Se quedó mirando el precio que Miguel le había puesto a Pepe. Margarita creyó que Pepe estaba en venta y se puso sus gafas de ver cerca para saber si el precio era verdad.
Margarita cogió al formal anciano para comprarlo Pepe se puso a gritar a insultar furioso. La cajera estaba tan distraída y era tan pasota que no se dio cuenta de que Margarita se llevaba al cliente. Lo pagó y se lo llevó a su casa para hacerlo a la brasa.
Cuando llegaron Pepe dijo:
-¿Qué haces tú, te crees que soy comestible?
Margarita contestó:
-Pero... si habla y todo. ¡Qué guay!
-Yo soy una persona como tú y tengo derecho a vivir.
-Vale, vale, como te vi en el supermercado muy barato pensé hacerte a la brasa. Creía que eras una nueva especie de carne. Perdón, lo siento, pero dame el dinero que me has costado.
-Toma aquí tienes, so loca, y no vuelvas a tocarme más.
Pepe se fue muy furioso, pegó un portazo a la puerta mientras que Margarita se quedó sin comida y desilusionada. En cuanto a Miguel, no lo despidieron por chiripa y a Pepe le dieron como recompensa un carro lleno de comida.
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